Una parte importante del taller de Nancy es el masaje que sucede al finalizar cada sesión. Dicho masaje es por parejas con una pelota. El niño que lo recibe trabaja la respiración, relajación y generación de imágenes; y el que lo da va accediendo a todo el cuerpo de su compañero mediante una pelota, cuidando cómo relacionarse con ese cuerpo que no es el suyo. Luego cambian, el que daba ahora recibe y viceversa.
El masaje |
Nancy me cuenta que claramente hay una progresión en este ejercicio. El día 1, todos los niños de todos los lugares que hemos visitado se muestran nerviosos y recelosos con el ejercicio. (A excepción de los niños de Felipe Carrillo Puerto, que como ya les había contado, al ser de tierra caliente son más desenvueltos, sus cuerpos están más expuestos por las temperaturas, están acostumbrados a andar descalzos o con chanclas, los pies no son tabú ahí).
A los niños les cuesta trabajo sobre todo acceder a los pies y al área de la cintura para abajo del cuerpo. El primer día hay muchas risas, pena, quieren que se acabe pronto.
Sin embargo al día siguiente preguntan por el masaje, y conforme van transcurriendo los días, se va volviendo una de sus actividades favoritas. Poco a poco acceden a la relajación, al dar el masaje saben que fuerza aplicar, cómo pedir permiso al cuerpo del otro para acceder. Y al recibir cada vez van teniendo más confianza y se sueltan más, dejan la piel al descubierto y se entregan al masaje.
Nancy dándole el masaje a Mariana. |
También me contó que en Cotija, una mamá llegó un tanto preocupada al taller, su hija le contó que en una parte del taller “tocaban sus cuerpos con pelotas”. Nancy la invitó a quedarse al taller y observar todas las actividades. En la parte del masaje, le pidió que ella le diera el masaje a su hija. Con resistencia la mamá accedió. Al recibir el masaje la niña comenzó a llorar. Al preguntarle por qué, contestó que su mamá nunca la tocaba. Apenada la mamá lo negó. Nancy y la señora tuvieron una plática sobre los niños y la importancia del contacto físico con ellos, hacer que se sientan queridos y alentados. Y le sugirió practicara esta dinámica con su hija cuando le fuera posible.
Al otro día la señora fue al Teatro Rocinante y buscó a Nancy para decirle: “Muchas gracias, en serio muchas gracias. Me ha dado usted una lección de vida”
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